Se acerca el 8M y sólo puedo pensar en la mujeres trabajadoras que cada día viven situaciones de indefensión y se acercan al sindicato en busca de asesoramiento jurídico, laboral e incluso apoyo emocional por las continuadas faltas de respeto de sus superiores, hombres o mujeres, que justificándose en sus responsabilidades directivas, instigan, acosan o relegan de sus cargos a trabajadoras en la administración pública o empresas privadas.
Y no puedo dejar de pensar en LSP, que próximamente será mamá junto a su compañera de vida y fue cesada como jefa de actividades en una residencia escolar de la provincia de Almería tras comunicarlo al equipo directivo, a pesar de haber sido reconocida su labor y trabajo. Las razones que justifican su cese no existen; las maneras en las que se produce el cese de su nombramiento no se atienen a la normativa. Recurso de alzada, contencioso administrativo, protocolo de acoso en marcha… sin respuesta. Silencio administrativo ante una situación discriminatoria que conlleva “enfermedad por estrés y depresión” y la baja laboral de la afectada. La impunidad de personas con nombre y apellidos campa a sus anchas y es vox pópuli entre la comunidad educativa, pero los cargos se mantienen en sus sillones al calor de la protección de quienes tienen poder.
Los plazos se agotan y se silencian algunas voces que intentan apoyar a la compañera viéndose aisladas y censuradas.
Caso similar vive otra compañera de carrera (MRC), reprendida por su directora en múltiples ocasiones y humillada públicamente en claustros y otros espacios al igual que más docentes del centro. Hay informes médicos que respaldan una “situación de acoso laboral” acallada por miedo a mayores represalias. Miedo, corrillos, bajas laborales, estrés laboral y solicitud de cambio de destino para evitar enfrentamientos y malestar personal y laboral.
No quiero olvidar a ERG, que llegó a nosotras con un expediente disciplinario abierto que le supuso una falta leve por la inquina de su superior. O a NM, con insuficiencia respiratoria incapacitante como docente en una empresa de mármol de Almería. Según sus superiores, su petición de traslado estaba injustificada. Misma historia: estrés, ansiedad y baja laboral.
En la empresa privada, observamos casos similares de centros educativos que estrujan a su personal hasta el hastío, bajo la amenaza del despido en caso de incumplimiento –a veces– de los caprichos de sus superiores para hacer caja o dar respuesta a las necesidades puntuales de la empresa. Horas de trabajo que no se ven reconocidas ni remuneradas y que se justifican, en muchos casos, para mantener la buena imagen del empresario.
Mujeres, todas ellas valientes y profesionales, que como muchas otras se dejan la piel en sus respectivos puestos de trabajo y a las que, sin embargo, se persigue por prejuicios políticos, ideológicos, raciales, sociales o sexuales.
Discriminación “encubierta” de una sociedad enferma y tirana que rechaza, excluye y aparta a las voces críticas contra el sistema. Entendiendo sistema en su formulación más amplia (neocapitalismo liberal), y también en la más cercana (sistema educativo). Las reformas legislativas laborales y educativas, lejos de avanzar en derechos y participación democrática, recortan libertades que deberían defender.
Nos topamos con un autoritarismo displicente hacia quienes reivindican formas democráticas, consensuadas y asamblearias en sus centros de trabajo en sistemas cada vez más verticales y antidemocráticos.
Las voces críticas dentro del sistema educativo desaparecen. Las fuerzas nos fallan, los apoyos están pero no se ven cuando hacen falta, el egoísmo impera y nos desprotege. El campo queda abonado para que el poder haga y deshaga sin oposición casi; sólo voces aisladas de algunas personas revolucionarias locas, trasnochadas para muchos, pero tan necesarias en los tiempos que corren.
Hoy, todo mi apoyo a esas grandes mujeres, que supieron salir adelante a pesar de los obstáculos que les presentó y presenta la vida.
Feliz 8M, compañeras de lucha.