En 1996 se publica el informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995. Han pasado casi 22 años y el tesoro no acaba de aparecer por ningún lado. La Educación está en crisis desde los años 40 del siglo pasado. Y es que la rápida transformación del modo de producción capitalista y el, cada vez, menor peso de los Estados en la planificación de casi todo, hacen imposible reconducirla.
Millones de euros se invierten en educación, millones de personas aumentan sus niveles académicos y acceden a titulaciones universitarias y, sin embargo, el sistema productivo es incapaz de dar trabajo a tanta gente joven bien preparada. Algunos argumentan, bien por desconocimiento o, peor aún, por confundir, que el problema se arregla mejorando la cualificación profesional. Una canción añeja que se sustenta en un silogismo incierto: cuanta más formación más posibilidades de encontrar empleo. Y, precisamente, en el empleo es donde se encuentra la clave para comprender este marasmo que nos deja atónitos. Porque el problema es que no hay suficientes empleos (digamos a jornada completa, fijos en el tiempo y bien remunerados) para tanta gente tan bien preparada. Ya que la producción ha cambiado y la intervención humana ya no es tan necesaria, sin embargo, la población con aspiraciones de tener empleo aumenta sin cesar. Si tanta falta de empleos se precisa ¿Por qué no se reduce la jornada laboral? Una paradoja que nadie explica. De hecho el movimiento interino por la estabilidad hace propuestas de aumento de plantillas, bien por mejorar de la atención educativa o por reducción de jornadas.
Mientras tanto, por ejemplo la plataforma en defensa de la educación pública sigue sin pegar en la puerta adecuada, y buscan en la modificación de una ley educativa la solución al problema de la educación del pueblo. Bien está tener una o dos buenas leyes educativas, pero surge la evidencia de que el mercado laboral debe casarse íntimamente con ellas, de forma que la preocupación de las familias no es tanto si sus hijas e hijos alcanzaran altas titulaciones, sino si tendrán trabajo y podrán ser independientes para llevar una vida digna cuando sean adultos. El 8 de Mayo las comunidades educativas tienen una cita con la calle, allí además de exigir: Mayor financiación de la Educación, una nueva ley, mejoras en la oferta educativa y más becas y ayudas al alumnado; debería exigir empleo digno y pensiones dignas garantizadas para todas las personas. Porque seguro que esto forma parte del tesoro que, sin duda, encierra toda buena educación.
Fdo Rafael Fenoy Rico