La Junta de Andalucía le brinda a su alumnado y, por supuesto, a sus madres y padres, la posibilidad de salir a las 12 de la mañana como medida estrella contra estas calores. Desde ahora hasta final de curso, todos nuestros escolares podrían hacerlo. Esto parece que ha sentado bastante mal en casi todos los rincones y es que, se argumenta, como no puede ser de otro modo, que qué pasa con la conciliación. ¿Qué ocurre con el derecho a la enseñanza? Pero claro, estas calores comienzan a ser inhumanas. Aun así es algo que ya sabíamos ocurriría. Y no va a parar. El cambio climático es la nueva realidad a la que la humanidad le toca enfrentarse. Algunos, a los que tildaban de agoreros, lo llevan advirtiendo desde hace cuarenta años. La ciencia y sus estudios son obstinados. Sin embargo, por más que las evidencias científicas crecían, el número de negacionistas también. Y entre estos negacionistas del cambio climático: los políticos. Muchos intereses en no bajarse del tren del dinero de los combustibles fósiles y hoy, a 2023, aún seguimos a toda máquina emitiendo CO2 y otros tantos gases de efecto invernadero. Por tanto, a estos abriles de récords les seguirán superando otros. Y otros mayos, junios, septiembres, octubres e incluso noviembres. Es duro de asimilar y cada día a más gente le produce ansiedad. Un término de nuevo cuño se comienza a oír: ecoansiedad.
Frente a esto, que es una reacción natural ante una situación muy complicada, queda la parálisis, el conformismo, la inacción… o todo lo contrario. Actuar, adaptarse, hacer algo. Y en este ámbito que nos atañe que es la educación pública en las aulas andaluzas hace mucho que este sindicato junto con otras muchas asociaciones de madres y padres como Escuela de Calor vienen movilizándose y luchando. De este modo se consiguió llevar al Parlamento Andaluz la propuesta de Ley que acabó siendo aprobada: Ley de Bioclimatización 1/2020 de 13 de julio. Pequeña victoria que prometía conseguir adecuar las aulas para que el rango de temperatura que el INSHP (Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo) establece entre 17 y 27ºC no fuese sobrepasado y, más aún, que se consiguiese sin usar medidas que fomentasen el uso de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, contribuyese más aún al cambio climático. Este punto es importante tenerlo en cuenta porque la gran mayoría quiere estar fresquito y calentito pero sin querer ver que esto, normalmente, contribuye a que cada año sea más caluroso. Por suerte, hay medidas alternativas y nuestra ley, pionera, así lo recogía. ¡¡¡Todo era fiesta!!! ¡¡¡Qué modernos por entonces, qué gran apuesta por la educación pública!!! ¡¡¡Qué ilusos e ingenuos una vez más!!! Han pasado tres años desde aquello y resulta penoso ver qué se ha hecho hasta el momento en esta dirección (más bien todo lo que no se ha hecho). Opacidad en las cuentas, en los inventarios, en los materiales, en las medidas, en todo, como siempre. Y la información que nos llega de aquellos pocos afortunados que sí han visto llevar a cabo obras en esta dirección en sus respectivos centros nos comentan estupefactos la clase de chapuza que ven. “No sirve para nada” uno de los mensajes más repetidos.
¿De qué nos vale pues la ley? Una ley que no se ha reglamentado. Una ley que lleva guardada en un cajón desde su aparición hace ya tres años. Y frente a esta evidencia de incompetencia por parte de nuestros dirigentes medidas exprés que se nos antojan aún más ridículas que inútiles.
El profesorado y su alumnado merecemos ser tratados con dignidad. En la calle la gente siempre comenta que nuestros políticos no pasan calor en sus oficinas. Y esto es así. La seguridad en el trabajo es fundamental para un buen rendimiento, así como para evitar accidentes laborales tan vinculados muchos de ellos a las temperaturas extremas. Tenemos la razón y la ley nos ampara. Nos toca alzar la voz. No callar. Algo que tantas veces comienza a parecer norma en nuestro gremio. Toca denunciar las injusticias. Unirnos y hacernos más fuertes para reivindicar nuestros derechos y los de nuestras alumnas y alumnos. Y ya, de paso, crecer juntos en la conciencia medioambiental. Porque solo así podremos afrontar esto. Hacer de la educación ambiental un buque insignia en nuestros colegios e institutos. Pero no desde un punto de vista de puro marketing. No aferrándonos a la ola de la moda que tanto vende y se transforma en cursos que la empresa privada de turno quiere aprovechar, sino como docentes que implementan en el día a día en las aulas. Transformar los centros educativos en espacios verdes en la medida de nuestras posibilidades. Porque frente a las emisiones de CO2 de toda nuestra actividad, son los árboles los grandes secuestradores del mismo. “Porque solo se protege lo que se ama. Y solo se ama lo que se conoce”. Defendamos nuestros derechos. Transformemos nuestros centros. Otra educación es posible.