Clase política e iniciativa privada

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Dos caras de una misma moneda que permite reflejar cual es la situación en la que se encuentra este país y los de su entorno. Que quienes se dedican a esto de la política, ponen velas a los santos, emprendedores y financieros, para que saquen al país del profundo abismo donde es hundido algo más cada día, es un hecho. Que quienes enarbolan la bandera de la iniciativa privada son conscientes de que en estos momentos tal iniciativa no existe, también es un hecho. Que depositar las esperanzas de redistribuir la riqueza aumentando el empleo, para que una parte, aunque sea mínima se redistribuya en el tejido social, es en vano. Que se sabe que, en el actual estado de cosas, sólo aquellos que aspiran a ganar dinero, y mucho por cierto, están dispuestos a poner euros, es una verdad.

Y si la clase política sólo se dedica a mirar al cielo de la iniciativa privada para que invierta y cree puestos de trabajo; y sí la iniciativa privada mira al mercado para ver donde hay “un negocio” que hacer; y sí el mercado está muerto…. Entonces ¿para qué se quiere una clase política que sólo mira al cielo? Algunos dirán que ya bastante hacen los políticos para arreglar las acequias, por donde debería fluir el caudal del capital, que bastante hacen para preparar los cuencos donde recoger el agua de la lluvia, ¡cuando llueva…! pero al fin y al cabo, ni el capital fluye, a pesar de “ponérselo a huevo” (SICAV, sociedad de inversión de capital variable, entre otros inventos), ni el empleo en forma de lluvia cae del cielo.

Y es que para que los llamados “emprendedores”, emprendan algo, tienen que verlo muy, muy, muy claro. Y ¿Cómo es posible verlo con la maraña de leyes, ordenanzas, obligaciones que deben cumplir, para montar hasta “un carrillo de pipas”? Es más, puede preguntarse cualquier por qué la clase política no se dota de tantas leyes y reglamentos, que eviten que quienes estafan, roban dineros públicos, viven sin dar un palo al agua de los bienes de todos, lleguen a dirigir los destinos de cualquier administración pública o incluso ocupar el sillón de la sala donde dicen reside la voluntad popular.

Por los que tienen euros y esperan hacer el agosto, invirtiendo en “pelotazos” o por los que así viendo y disfrutando tan ricamente de la vida, cobrando legalmente del ente público correspondiente y algunos recogiendo sobres, olvidados por aquí o por allá; se pasa el arroz, a la sociedad en su conjunto y en muchos millones de hogares ni eso.
Es hora de que socialmente se admita que no por “sacar tanto al santo” lloverá y de dedicarse a ir orientando la siembra por medios propios, de forma que si lloviese, mejor que mejor, pero si no, que a nadie le falte el pan de cada día, que ¡con qué poco se conforma el prójimo! y a ser posible tampoco le falte a hijas, hijos, nietas o nietos.

A quienes desde el campo sindical tienen por objetivo llegar a controlar la producción, que empiecen por generarla. Ha pasado el tiempo de predicar y no dar trigo. Las escasas energías que posee el movimiento obrero (que existe de momento) deben dirigirse a la acción productiva y coordinación del consumo, generando iniciativas sociales, como antaño las colectividades, tanto agrarias como urbanas, para resolver el problema del pueblo, el único importante y decisivo: sobrevivir digna y humanamente.

Fdo. Rafael Fenoy Rico