El rey Medac era muy avaricioso. A pesar de ser inmensamente rico, siempre quería más. Sus riquezas y lujos le parecían poco y soñaba con que creciesen hasta el infinito.
Un día apareció por allí el Dios de la Junta, muy generoso con lo que no era suyo. Medac le pidió un deseo: que todo aquello que tocasen sus manos se volviera privado o privado concertado. El deseo fue concedido.
Fue a su despacho y dijo: que estas enseñanzas de Formación Profesional sean privadas o privadas concertadas. Y así sucedió. Estaba encantado: pensaba que era la persona más afortunada del mundo. Se animó e hizo lo mismo con enseñanzas de Bachillerato, de Educación Especial, con las enseñanzas a distancia…
Su codicia provocó que las familias humildes no pudiesen sufragar los gastos de esos estudios, y numerosas protestas que ignoraba o despreciaba.
Antes de acabar su encantamiento cayó una maldición sobre el rey Medac: todo lo que tocase se convertiría en boñiga de vaca. Así fue como terminó su reinado.
Mucha gente se lo esperaba porque desde siempre sus negocios habían olido muy mal.