Un plan de choque y un cambio de rumbo para la educación pública

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CGT se suma junto con otros colectivos y organizaciones a la campaña «Emergencia educativa».

La Consejería de Educación no puede mantener su política de improvisación y ocurrencias ante la situación de la escuela pública andaluza, maltrecha tras años de recortes de los anteriores gobiernos y amenazada ahora por la enésima crisis que se nos viene encima.

Sin duda, nos encaminamos hacia el fin de un curso excepcional e inesperado. La pandemia ocasionada por el COVID-19, el estado de alarma y el confinamiento han puesto de manifiesto muchas de las vergüenzas del sistema educativo andaluz, pero no nos engañemos, no las han creado. Esta situación novedosa está dando pie a numerosas reivindicaciones y exigencias de cara al inicio del próximo curso, pero no por ello debemos dejar de lado hacer un balance de la programación que ha planteado la Consejería de Educación en este primer curso que ha podido pilotar de principio a fin.

Si el Sr. Imbroda, como todo el personal docente, estuviera sujeto a una revisión de su programación y actuación por parte de un servicio de inspección, ¿qué informe recibiría? Probablemente, que tiene que rehacerla por completo y plantearse bastantes propuestas de mejora para el próximo curso.

Vayamos por partes. ¿Ha analizado nuestro consejero el contexto educativo de la comunidad para la que planteó su programación? En nuestro caso vamos a destacar solo algunos rasgos que nos parecen cruciales, y que debería haber tenido en cuenta antes de plantearse sus objetivos. Nos basamos en los datos que ofrece un estudio que compara estadísticamente los sistemas educativos de las comunidades autónomas del Estado: Diferencias educativas regionales 2000-2016. Condicionantes y resultados, dirigido por Francisco Pérez García, Lorenzo Serrano Martínez y Ezequiel Uriel Jiménez; Bilbao, 2019. Los datos que expondremos se refieren al curso 2015-16, salvo que se indique otra cosa.

Según este estudio, Andalucía, siendo la comunidad autónoma con más alumnado de España, es la segunda comunidad autónoma con menos recursos humanos ocupados en actividades educativas, teniendo en cuenta profesorado y personal de apoyo educativo (22,8 por cada 1.000 habitantes), tan sólo por encima de Canarias.

En cuanto a ratio de alumnos por docente, tenemos el dudoso honor de encabezar la tabla en el caso de la Educación Infantil y Primaria, con casi dos alumnos más por docente que la media española, estando ligeramente mejor que la media en Secundaria y FP. Ojo, este dato tiene poco que ver con la ratio de alumnado por aula, ya que se obtiene simplemente dividiendo el total de alumnado matriculado en un nivel por el total de profesorado que imparte docencia en el mismo. Sr. Imbroda, por mucho que quiso vendernos al inicio de este curso, se lo repetimos, falta personal.

Un indicador demoledor para Andalucía es el de stock de capital por alumno en educación pública, que mide la dotación de capital educativo por alumno matriculado en centros públicos. En este caso el estudio ofrece una comparativa de los datos de los años 2000 y 2014. De nuevo, Andalucía barre en ambas fechas y encabeza el ranking de la desinversión. Con 2.710 euros por alumno en 2014: no solo estamos lejos de la media española (4.014 euros), sino a años luz de las comunidades con mayor inversión, que superan con creces los 5.000 euros (País Vasco, Navarra, Galicia, Castilla y León y Cantabria).

En cuanto a permanencia en el sistema educativo de nuevo estamos en el vagón de cola, pues a la edad de 17 años, finalizada la escolaridad obligatoria, un 72,9 de la población andaluza continúa matriculada en el sistema educativo, frente a la media estatal de un 76,8 y las cifras por encima del 80% que presentan las comunidades más destacadas.

También ocupamos un puesto destacado en el estado en cuanto a tasa de abandono educativo temprano, dato que era malo en el año 2.000, cuando con una cifra cercana al 35% ocupábamos el quinto puesto por la cola, pero que en el año 2014, pese a haberla reducido hasta un 23,5%, nos dejaba en el penúltimo lugar del estado. Algo habíamos mejorado, pero mucho menos que comunidades que en el inicio de siglo estaban peor que Andalucía y nos superaron en una década: Extremadura, Castilla La Mancha y Murcia.

El hecho de que la brecha territorial educativa que sufre Andalucía se haya agrandado en lo que va de siglo ha tenido mucho que ver, sin duda, con la inversión, tanto en cantidad, como en su destino. Así, en el año 2015 ocupamos el último puesto del estado en el indicador gasto total acumulado por alumno de 15 años, que no solo tiene en cuenta la inversión pública, sino también las aportaciones de las familias. En esa fecha, Andalucía no solo ocupaba el último lugar del estado con 53.700 euros por alumno, es que además estábamos muy lejos de quien ocupaba la penúltima posición, Castilla y León, que alcanzaba 63.900 euros. Lejísimos de la media española (70.200 euros) y a años luz de las comunidades de cabeza, que superaban los 80.000 euros por estudiante (País Vasco, Navarra, Cantabria y Galicia).

En fin, nadie debiera extrañarse, visto lo visto, de que en 2015 Andalucía ocupara el último puesto en los resultados de las Pruebas del Informe Pisa en Ciencias (473 puntos, 20 por debajo de la media española), y el penúltimo en Comprensión Lectora (479 puntos, 17 por debajo de la media española).

En honor a la verdad, hay que destacar que Andalucía, pese a su atraso en casi todos los indicadores proactivos, destacaba favorablemente en uno que no es de poca importancia, la accesibilidad del alumnado a un centro educativo, que mide el porcentaje de alumnado que debe acudir a un centro educativo fuera de su localidad. En este aspecto, en 2017 ocupábamos el tercer mejor puesto del Estado en Educación Infantil (0,2% del alumnado debía asistir a un centro fuera de su localidad), el segundo mejor puesto en Educación Primaria (0,3%) y de nuevo el tercer mejor puesto en ESO (1,5%).

Por señalar un último indicador, en cuanto al peso de la educación privada concertada en el sistema educativo, Andalucía también ocupaba una posición discretamente baja, con una cifra ligeramente superior al 20% en el promedio de todos los niveles educativos, y que sólo era inferior en Canarias, Extremadura y Castilla-La Mancha.

Con estas pinceladas sobre el estado del sistema educativo andaluz, nadie puede negar, Sr. Imbroda, que usted lo tenía fácil, ya que lo realmente difícil era empeorar. Pero todo parece indicar que a usted le gustan los retos, y es lo que se ha propuesto con su “programación”. Porque si repasamos sus objetivos estrella, sus propuestas de mejora y sus actuaciones consumadas, no terminamos de entender si es que no ha tenido en cuenta para nada la realidad andaluza, si es que usted y su equipo ven el mundo al revés, o si es que su objetivo oculto es terminar de hundir el barco que se ha encontrado con importantes vías de agua. Eso o que, como a veces sucede, su programación no es más que un corta y pega de la que le han pasado sus colegas de la Comunidad de Madrid.

Uno de los objetivos destacados de la actual Consejería de Educación, es público y notorio, es potenciar la Educación privada concertada en nuestra comunidad. Como si de todos los indicadores que hemos mencionado ese fuera el que más le preocupa mejorar a nuestro actual gobierno.

Un segundo objetivo que se ha visto claro este año, y que se ha conseguido frenar solo tras una importante movilización en Granada, es el de reestructurar la red de centros, reducir la escuela rural y apostar por centros integrados de Educación Primaria y Secundaria. ¿Es que se ha marcado como objetivo empeorar en el indicador de accesibilidad, uno de los pocos en que estábamos en situación favorable?

Para mejorar la comprensión lectora del alumnado andaluz, ¿solo se le ocurre apostar por potenciar el bilingüismo? ¿Qué pretende, que a la baja competencia en el manejo de la lengua castellana nuestro alumnado tenga que sumar el obstáculo de recibir desde temprana edad una serie de materias en lenguas extranjeras? ¿Mejorará así la scientific competence de nuestro alumnado? ¿O lo que usted preconiza es una juventud andaluza capacitada para dirigirse al turista extranjero en seminglés cuando trabaje en el sector de la restauración y turismo? Sr. Imbroda, apueste por una enseñanza digna de las lenguas extranjeras impartida por sus correspondientes especialistas, con ratios más bajas que permitan el trabajo de la oralidad, con actividades complementarias en los centros públicos desarrolladas por personal cualificado, y que sean gratuitas y de acceso para todo el alumnado. No copie la programación de sus colegas de Madrid, que los resultados, ya lo sabemos, no la avalan.

¿Y la reforma del currículo de Educación Primaria que nos ha metido este curso? Que por mucho que usted diga, las cuentas no engañan, y todos sabemos que se ha reducido tiempo para las materias instrumentales (Lengua, Matemáticas, Inglés), que se mantienen en un peso pluma las Ciencias Sociales y Naturales, que las Enseñanzas Artísticas son meramente testimoniales y que lo único que realmente ha aumentado en la práctica es la Educación Física (que no vemos mal) y la Religión (sin comentarios).

¿Que faltan recursos humanos? Pues menos que vamos a tener, gracias a la política de su Servicio de Planificación, que maneja al alumnado hasta el límite de lo legal y más allá hasta conseguir meter en un aula 28 niños y niñas de Infantil y Primaria, o 33 y 39 de ESO y Bachillerato, para ahorrar puestos docentes. No vayamos a arruinarnos y a salir por error del último puesto de España, que al señor Imbroda le gustan los podios, sean de lo que sean. Mire usted a los miles de docentes interinos que ha dejado sin empleo, y piense si sería tan mala inversión apostar por darles trabajo estable, ayudando a bajar el paro en nuestra comunidad, incrementando cotizaciones a la Seguridad Social y ofertando más puestos de trabajo en zonas rurales, que mejorarían su tejido social y económico. No es gasto, Sr. Imbroda, es inversión de la que se beneficiaría toda Andalucía.

Y ya puestos, en Educación Primaria el profesorado especialista de Educación Física, Francés o Artística, que no cuenta con tantas horas de sus especialidades, lo dedica a ocupar tutorías y asumir las materias de la especialidad de Primaria (2×1 que lo llaman). Pero Sr. Imbroda, si ya somos la última comunidad en gasto, ya no le queda nadie a quien superar. Ponga a cada especialista de Primaria en su materia, y si le faltan horas dedíquelas a refuerzo de las instrumentales, no a ocuparlas desplazando a sus especialistas. Que dos docentes por aula en determinadas situaciones no se estorban.

¿Y qué nos ha programado el Sr Imbroda para luchar contra el fracaso y abandono escolar temprano? Ah, sí. Su brillante Plan de Refuerzo Estival, a ver si con unas quincenillas de atención educativa en el mes de julio y a más de 30 grados Celsius terminamos de rematar a los chiquillos y hacerlos huir de la escuela. Eso sí, con el apoyo y participación voluntaria (que no voluntarista) de parte de la comunidad docente, cuya voluntad ha tratado de comprar por 30 monedas por hora. No han sido tantos los apoyos, y la inmensa mayoría de docentes piensa, sin duda, que prefiere trabajar con ratios más bajas y con apoyo de personal especialista en atención a la diversidad durante todo el curso, y que esa es la mejor receta para luchar contra el fracaso y el abandono escolar temprano.

Y ya, su último objetivo publicitado (anunciado vagamente al inicio de este curso) es apostar por una enseñanza de calidad para nuestro alumnado de Bachillerato (el poco que llega, podríamos decir), comprando oropeles a una Fundación Internacional sinónimo de lucro para que poco más de 200 alumnos y alumnas de Andalucía tengan un diploma internacional, cuando consigan superar este International Baccalaureate. El resto ahí se queda, en sus grupos de 39, en sus laboratorios saturados, con su inglés oral cada cierto tiempo, porque todo el mundo no puede decir – Hello, how are you todos los días, y sin posibilidad de cursar las materias de su elección en caso de que las solicite poca gente. Sale muy caro atender a la vocación de cada persona, y tampoco es cuestión de que perdamos el primer puesto en el ranking español de menos inversión y menos docentes por estudiante.

Sr. Imbroda, o usted no ha tenido en cuenta ni de lejos el contexto real de la comunidad para la que ha efectuado su programación este año, o tiene una percepción inversa de la realidad, o -lo que sería más preocupante- se ha marcado como objetivo básico y primordial demoler el sistema educativo público de Andalucía y dejar el camino expedito para que la educación privada aparezca ante la opinión pública como una alternativa atractiva y aparentemente económica.

Sr. Imbroda, si recibe, como tantos docentes, la visita de un inspector o inspectora que revise su programación, a poco que conozca su trabajo y sea persona honesta, va a tener que decirle que la repita entera, empezando desde el principio, haciendo un diagnóstico mejor del contexto y marcando unos objetivos que sirvan para propiciar mejoras. Probablemente también descubrirá que usted ha copiado la programación que ofrece alguna editorial, la misma que ya vienen usando desde hace tiempo sus colegas de la Comunidad de Madrid. ¿Quiere saber qué lugar ocupa dicha comunidad en los rankings estadísticos del estudio anteriormente citado? Pues léalo.

Lo que Andalucía necesita, y no solo para afrontar la vieja anormalidad que nos espera el curso que viene, es un plan de choque para la educación pública, un aumento importante de la inversión y una elección adecuada de los objetivos esenciales a los que destinar dicha inversión: más recursos humanos y materiales y menos programas publicitarios para llenar de cartelitos los accesos a nuestros centros educativos. Gastar mucho sin ton ni son, ya lo demostró la última década de gobiernos socialistas en nuestra tierra, no sirve de nada. Pero, sobre todo, lo que necesita la educación pública en Andalucía es un cambio de entrenador. Sr. Imbroda, vuelva a lo suyo, que no lo hacía tan mal, y deje la política educativa para personas con más competence.

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