Pienso en ti y percibo lo que creo que piensas, en momentos en los que vas contemplando, no tanto lo vivido, sino lo que supones te queda por vivir. Me uno a ti en esa experiencia de finitud, implacablemente certera, que engrandece el valor de la vida y empequeñece hasta casi la nada la existencia. Porque tu vida es valiosísima pero lo que sientes al percibir lo poco que queda de tu ser en la tierra, anula casi al extremo la dicha de seguir viviendo. Y los fantasmas, en ese momento de desmayo del alma, atacan tu ego machaconamente pretendiendo poner punto final a tu existencia como ser valioso.
Madre, los fantasmas nos atacan a todos. Siembran primero la duda sobre si ha merecido la pena lo vivido. Pretenden afirmar que ha sido un tiempo perdido. Engendran en tu interior sentimientos de lastima, hacia ti misma. Te invitan a acusarte de que has sido culpable de numerosos pecados, que te has equivocado muchas veces. Pretenden convencerte de que has sido mala, con tus padres, con tu marido, con tus hijos, con tus hermanos, con otras personas. Y también los fantasmas pretenden herir tu amor propio, evocando el maltrato, que cualquier persona te haya dispensado, no para que te sobrepongas y energéticamente te enfrentes a ello, sino para hundirte más aún en el desánimo y la desesperanza. Porque los fantasmas persiguen destruirte y destruirnos.
Madre, te deseo que, conociéndolos, los conjures para que desaparezcan. Que no dudes de lo vivido y del amor con que has hecho las amorosas acciones. Que no sientas culpa alguna porque no eres culpable de nada ya que el deseo de hacer el bien te ha conducido en tu vida.
Como todas las personas eres responsable de posibles errores, que todos los seres humanos asumen en su diario vivir, porque por eso somos humanos y como tales perfectamente imperfectos, influenciables, sujetos a pasiones y devociones, que pueden enredar la capacidad de discernir, precisamente en momentos de desprendimiento absoluto de intereses personales. Pero los errores son patrimonio de la humanidad y con ellos aprendemos a ser menos patosos, más certeros y sobre todo coherentes entre nuestro pensar y actuar.
Madre, siente el agradecimiento de quienes te quieren, porque el amor es, sin duda, el mejor conjuro contra los fantasmas. Sé feliz disfrutando de tus días entre nosotros.
Fdo.: Rafael Fenoy