Cuando se levanta el telón, hay un acuerdo tácito entre quienes representan la obra y el público de que se trata de eso, de una ficción. Aquí nos encontramos un decorado pomposo con efectos de fanfarria de palabras huecas y pirotecnia de psicología barata. Todo el profesorado sabe que lo que está sobre las tablas (o sobre el BOE) no es real. Nadie se lo cree. Asistimos a la puesta en escena entre bostezos o con incredulidad por lo inverosímil del argumento.
Lo alucinante es que quienes han escrito la norma/la obra, igual que Johnny Weissmüller con Tarzán o Bela Lugosi con Drácula, se han metido tanto en el papel que se han creído su invención y no saben dónde acaba la ficción de la ley y dónde empieza la realidad de las clases.
Somos docentes, no creyentes
No nos pueden pedir un acto de fe. No comulgamos con ruedas de LOMLOE. Nos pueden declarar herejes si quieren. No creemos en los dogmas de la Santísima Rúbrica, del Apóstol de las Situaciones de Aprendizaje ni los profetas de los Saberes Básicos.
Por favor, que el auditorio empiece a chiflar, se levante y lance berzas, nabos y tomates a los actores de este engendro.
Mucha mierda con la LOMLOE.