La librería

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La directora Isabel Coixet nos deleita con una película que dirige y guioniza, adaptando la novela de Penelope Fitzgerald. Una película coproducida por varias empresas pertenecientes a países como España, Reino Unido y Alemania.

Si se busca una reseña de la cinta se encuentra lo siguiente: “En un pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959, una mujer decide, en contra de la educada pero implacable oposición vecinal, abrir la primera librería que haya habido nunca en esa zona.” Sorprende que quien esta reseña realiza haya perdido el hilo argumental principal de la trama. Ya que Isabel Coixet nos presenta una auténtica lucha de poder entre la “Señora” y principal fortuna del pueblo y una mujer, viuda, que sólo desea abrir una librería, para de esta forma mantener el recuerdo de su marido muerto hace 11 años en la guerra. Una historia como muchas otras que va de “pez grandes se come a pez chico”, envuelta en un ritmo narrativo y un lenguaje audiovisual bello y sereno. Alfonso de Vilallonga presentó en Barcelona la banda sonora de la película con un sexteto de cuerda y la voz y la trompeta de Andrea Motis el pasado 1 de noviembre en Luz de Gas, Festival de Jazz.

Cuando esta librera se interesa por un local abandonado para instalar la librería, la “Señora” de la mansión que domina el pueblo, se empeña en desalojarla, con el pretexto de convertirlo en un centro de arte. Como la voluntad de la librera es inquebrantable, articula la terrateniente, dueña de medio vecindario, un plan que consiga su objetivo.

Este discurso cinematográfico se acompaña de excelente fotografía y secuencias de los entornos naturales de un pueblecito de pescadores, donde casi nadie lee, excepto un hombre entrado en años que sólo sale de su caserón para pasear en solitario y que decide ayudar a la librera en este desigual combate.

Los acontecimientos que se suscitan a partir de este momento tienen un desenlace sorprendente. No es cuestión de contar el final, ni la trama, delicadamente contada por Isabel Coixet. No son los vecinos los que aíslan a la librera, sino el poder de la Dueña, que ejerce inmisericorde por el mero hecho de detentarlo. El final sorprende porque quien menos se espera “ajusta” las cuentas, impartiendo justicia humana, al más puro estilo anarquista. Sin duda del gusto de Durruti, del que el 19 de noviembre de 2017, conmemoramos 81 años de su muerte en el Madrid de la guerra.

Fdo.: Rafael Fenoy Rico