Estamos ante una cuestión que ha generado confrontaciones en casi dos siglos de historia de la humanidad. Capitalismo versus Comunismo. Ambas concepciones, que un principio predicaban sobre cómo debe ser la economía de un país o región, se han enfrentado en todos los terrenos: económico, político e incluso bélico. Muchos tópicos, muchos slogans, muchas mentiras y falsedades, para desacreditar al bloque oponente. Mucha sangre y sufrimiento para las gentes de los pueblos que han sido involucrados en las contiendas. La resultante un mundo al borde del colapso ecológico y una humanidad cada vez más numerosa, pero menos sabia, que ingiere a diario mucho más de lo que debería y cada vez menos humana, ya que permite que una parte de ella muera de inanición, hambre o explotación.
En la base de la solución emerge la libertad como la posibilidad del cambio. Sin ella estaría la especie humana condenada a destruirse. Sin ella no habría esperanza alguna para reconducir este presente caótico. Y es precisamente la libertad (mangoneada hasta la saciedad por mundo capitalista y secuestrada por el comunista) la llave que permita abrir la puerta de un nuevo futuro. Porque la ciudadanía es libre de comprar este o aquel objeto, de abrir o cerrar cuentas bancarias, de trabajar o dejar de trabajar para una determinada empresa, de asociarse para producir y disfrutar de la vida. Pero para que esa libertad sea efectiva, debe ejercitarse colectivamente y ahí es donde más nos duele. Porque somos plenamente conscientes de la enorme dificultad para ponernos de acuerdo. Algunos pensadores han llegado a creer que quienes dirigen las finanzas mundiales no son humanos, ya que hacen compatibles sus intereses de clase dominante sin mayores problemas.
No tenemos por qué renunciar a nuestra esencia humana, sólo nos queda desarrollar de ella lo más humano que tiene y no porque seamos buenos o mejores que otros, sino simplemente porque nos va la vida en ello. La cooperación social necesaria no es un acto de bondad, es un acto de inteligencia, ya que de otra forma no es posible hacer frente a la dramática situación que viven ya muchas personas, pero que sin dudar vivirán nuestra propia descendencia. ¿Cuándo se podrá jubilar nuestro linaje? Al paso que vamos ¡nunca!. Imaginaremos, sea por un momento, que quienes nos preceden morirán trabajando en el mejor de los casos o desasistidos de cuidados y hambrientos. Hay quien pensará que no es para tanto y que es exagerado siquiera enunciar tal panorama, pero de verdad pensando que las cosas no se arreglen ¿a dónde estamos condenados a llegar?, como no pongamos pié en pared. Usar la libertad para, junto con la de otros, dar respuesta a nuestras necesidades presentes y futuras.
Fdo Rafael Fenoy Rico Comunicación CGT