Hace dos días explicamos por qué las tan anunciadas en prensa medidas de la Consejería de Educación para el próximo curso son puro humo. Ahora analizamos cómo desde la Administración pretenden contentarnos con burbujas.
Revisemos el borrador de instrucciones de la Consejería de Educación para la organización del próximo curso, así como los documentos de prevención y protección frente al COVID-19 emitidos por el Ministerio de Sanidad y por la Consejería de Salud. ¿Qué encontramos? ¿Acaso la orden estricta de disminuir las ratios para garantizar una distancia interpersonal suficiente? Pues rotundamente no.
En todos los documentos se reconoce como primordial la necesidad de guardar una distancia interpersonal de, al menos, 1’5 metros, tanto entre alumnado como entre el personal de los centros educativos.
Sin embargo, acto seguido se abre la puerta al incumplimiento flagrante de dicha medida: la creación de “grupos de convivencia estable”, popularmente conocidos también como “grupos burbuja”. En estos grupos no sería necesario guardar dicha distancia interpersonal mínima dado que, en teoría, no entrarían en contacto con otros grupos del centro.
Pues bien, denunciamos que, en las actuales circunstancias, estos grupos estables serán empleados como excusa para no limitar las ratios y para no ampliar los espacios educativos, las únicas medidas que de manera efectiva aseguran una distancia interpersonal suficiente.
Por un lado, los estudios recomiendan que estas “burbujas” estén integradas por pocos miembros. ¿Cómo se ajusta esto a las ratios de 25, 30 y 35 estudiantes en Infantil y Primaria, Secundaria y Bachillerato, respectivamente, que la Administración se niega a rebajar? Sabemos, pese a los engañosos titulares vendidos a la ciudadanía, que las directivas no contarán con un incremento suficiente de las plantillas para el curso próximo.
Por otro lado, los grupos estables no están realmente aislados, ya que las “burbujas” se rompen cuando el alumnado y el personal con el que trabajan vuelven a casa con sus respectivas familias. Lo mismo ocurre cuando cambian de docente, algo imposible de soslayar. Pensemos, por ejemplo, en el profesorado de Religión, que deberá moverse por todas las burbujas para atender al alumnado de las mismas que opta por esta enseñanza. Algo más seguro, sin embargo, puede estar el alumnado de Valores Éticos en Primaria, pues puede seguir a cargo de su tutor o tutora.
Un equipo investigador de la Universidad de Granada lo ha explicado con claridad: “un sistema abierto de burbujas de convivientes como el que proponen el Gobierno y las comunidades autónomas sólo puede tener una eficacia limitada para controlar el riesgo de contagios, pero es especialmente poco eficaz cuando el número de escolares en su núcleo es tan alto”. En definitiva, una clase de Infantil de 20 niños tendrá contacto con más de 800 personas después de sólo dos días.
Además, después de todo el esfuerzo realizado durante estos meses para concienciar a la población, el mensaje transmitido a la comunidad educativa es del todo perverso: ¿resulta que en la escuela es lícito incumplir las estrictas medidas de distanciamiento que se quieren promover al conjunto de la sociedad? ¿En las calles no y en la escuela sí?
En definitiva, la creación de grupos de convivencia puede ser una medida adicional, pero nunca sustitutiva, del distanciamiento interpersonal mínimo de 1,5 metros. Denunciamos su uso como excusa para soslayar las dos únicas medidas realmente efectivas para garantizar dicha distancia interpersonal mínima: la ampliación de espacios y la contratación de personal docente, de administración y de servicios. Y por supuesto seguimos exigiendo la modificación del borrador de instrucciones de organización de centros para el próximo curso.