Currículo y evaluación confinados

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En relación con la Circular 2 de abril de la Dirección General de Ordenación y Evaluación Educativa relativa a los procesos de enseñanza-aprendizaje y de evaluación en los centros andaluces como consecuencia de la Orden de 13 de marzo de 2020 de la Consejería de Salud y Familias deseo exponer:

1. Que tengo conciencia de la difícil situación por la que atraviesa la nación y lo insólito de la misma por lo que todas las posibles respuestas son nuevas e inexploradas y por ello, pueden ser también erráticas y exploratorias.

2. Que comprendo perfectamente la necesidad de afrontar las circunstancias e ir determinando respuestas en virtud de los resultados inmediatos con el ánimo de dar una solución al hecho del cierre de los centros educativos y por ello, la suspensión de la actividad docente presencial en los mismos.

3. Que la administración educativa necesita y está tomando su tiempo para considerar de entre todas las propuestas, cuáles son las más sensatas, adecuadas y rigurosas para hacer frente a la anómala situación que estamos viviendo.

4. Que la urgencia de cerrar y proteger a la ciudadanía ha tomado por sorpresa tanto a la administración como al resto de sectores educativos: profesorado, alumnado y familias.

5. Que en este tiempo se ha articulado un sitio web para compartir recursos educativos de interés para trabajar desde casa y creado espacios moodle para cada uno de los centros educativos de Andalucía.

Entendiendo todo ello y valorando la rapidez de las respuestas hasta ahora proporcionadas y considerando que según aparece en las instrucciones “El objetivo último debe ser que ningún estudiante se vea afectado en su rendimiento escolar por esta situación, no achacable a su voluntad sino a las circunstancias tan especiales que vivimos.” y “la necesidad de apoyo emocional del alumnado”, urge proporcionar instrucciones y directrices realistas, claras, solidarias y acordes a los principios de igualdad y equidad que deben regir la educación de nuestro alumnado.

Hemos recibido en cambio, unas orientaciones que recuerdan cuáles son los elementos del currículo y cuál es su tratamiento habitual -si bien ahora se solicita se ajusten las programaciones, hecho habitual en función del contexto y de las características del alumnado y del centro- pero olvidan varias cuestiones:

1. Las circunstancias son especiales y requieren medidas especiales, basadas en las diferentes situaciones y necesidades del alumnado y sus familias. La circular recoge la necesidad de apoyo emocional para obviarlo a continuación y no especificar con claridad si se continúa avanzando materia o si se evaluará el tercer trimestre, ya completamente desarrollado durante el confinamiento. Es de imaginar que la administración ha pensado en las diferentes casuísticas que puede estar viviendo la población administrada. Sin duda lo peor no es el confinamiento y la imposibilidad de salir a la calle en una sociedad como la nuestra donde los contactos sociales podrían considerarse parte de la identidad de nuestro pueblo. Entre las posibilidades podemos encontrar familias que han enfermado o visto enfermar a sus mayores, cuyos progenitores han perdido el trabajo o ambos trabajan o teletrabajan y escasamente disponen de tiempo para atender a sus hijos y aún menos, los deberes; núcleos familiares que conviven con la violencia, las adicciones o la enfermedad mental. Situaciones todas estas existentes previamente a la pandemia, pero que no desaparecen cuando se cierran las puertas de los hogares, antes aún, se intensifican y empeoran, pues al estrés de la reclusión suma el no saber o poder gestionar las emociones. Parece conveniente mantener la tensión educativa, la pulsión por continuar el proceso y evitar así que a una relajación mayor suceda un éxodo educativo. Más habría que incentivar que ello no ocurra añadiendo más presión y angustia sino desde la motivación por aprender.

2. Todos los elementos del currículo se han visto afectados por estas circunstancias. En la circular se recuerda que se trabajarán atendiendo a las especiales circunstancias de la teleformación. Lo que estamos viviendo es tan radicalmente distinto a cuanto hemos vivido hasta ahora, que incluso una escuela basada solo en la transmisión de contenidos -recordemos que nuestra legislación y nuestro currículo es competencial- se vería seriamente afectada: objetivos reducidos, metodología asentada especialmente en la reproducción de contenido, privada de la colaboración y el descubrimiento para lo que se precisa la mediación docente y evaluación cercenada por la dificultad de acompañar el proceso y tener así evidencias del aprendizaje, en diferentes escenarios y a través de diversos instrumentos. ¿Acaso constituye este escenario calidad educativa? ¿Es eso en realidad la educación telemática? Tal vez perdamos con la urgencia por aparentar normalidad la posibilidad de utilizar la coyuntura para adentrarnos en el uso inapelable de la tecnología para favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje, más allá de servir de medio por el que se entregan al profesorado las actividades del libro texto cumplimentadas por el alumnado.

3. Sobre la atención a la diversidad. Hablar de inclusión sin ofrecer medidas para paliar la brecha digital, cultural, económica, cognitiva, social y de cualquier otra índole, es cargar la responsabilidad sobre el profesorado que ha quedado al otro lado de la pantalla y que difícilmente puede rescatar a los más débiles, a pesar de las acrobacias para intentarlo que me consta se están realizando por buena parte de los claustros. Sabemos que la escuela iguala, que refugia a quienes no tienen familia -o como si no la tuvieran-, a quienes son diferentes a la población “normotípica”. Qué difícil ayudar al alumnado de compensatoria, que lo es precisamente por las circunstancias que tiene en casa, qué complejo apoyar cualquier dificultad de aprendizaje con el escenario que estamos dibujando, pero aún más las discapacidades, qué complicado y cuánto pierde el alumnado con trastornos de conducta, déficit cognitivo, de atención, dificultades de relación social del alumnado TEA, …

4. Se habla en el documento de la responsabilidad compartida de las familias y el profesorado, otra cuestión esta que también se ha visto afectada alejándose del normal equilibrio entre ambos sectores. Sucede que en esta versión telemática de la enseñanza donde la prisa ha impedido poner los andamios para asegurar que podamos llevarla a cabo como se merece y según los requerimientos que esta necesita, el proceso de enseñanza casi se traslada en la totalidad a las familias, que no son docentes y que los efectos de este trasvase de responsabilidad pueden amplificar aún más las diferencias entre quienes no solo tienen ingresos más altos y por tanto mayor capacidad para disponer de medios tecnológicos óptimos, acceso a internet garantizado, incluso apoyo extraescolar privado a través de clases particulares en línea, sino recursos cognitivos y culturales para poder afrontar el encargo con mayores probabilidades de éxito y otras, que a duras penas tienen un hogar adecuado o medios para poner un plato de comida en esta debacle económica. Se sabe que las personas con ingresos más bajos también tienen mayores dificultades para manejar el estrés, proponer rutinas saludables y dedicar tiempo a bienes culturales con sus hijos e hijas. Sin olvidarnos de quienes tienen hijos o hijas con discapacidad o dificultades a quienes se les hace mucho más arduo en medio de esta situación de angustia.

5. Difícilmente el profesorado puede evaluar un proceso que llevan otros agentes y del que desconoce cómo se ha gestado el aprendizaje: autonomía o asistencia recibida, eficacia y tiempo empleado para realizar las tareas, conexión entre aprendizajes ya adquiridos, capacidad de aplicarlo a diferentes contextos y experiencias vitales, etc.

6. Las condiciones en que se lleva a cabo la docencia telemática. En tiempos de crisis todas las personas y sectores tienen que aportar y contribuir a salir de forma generosa y altruista, como así lo está haciendo el profesorado que se ha visto abocado a usar sus propios medios tecnológicos, conexión a internet y cuantos recursos necesite para llevar a cabo su labor, además de impelido a realizar una autoformación exprés en el uso de herramientas virtuales. También entre el profesorado puede haber dificultades que ponen más trabas aún a que este proceso se desarrolle de modo que nadie se quede atrás. Reconocer como persona adulta la dificultad para concentrarse, leer sosegadamente y realizar tareas que exigen alto nivel de compromiso cognitivo no es perder la compostura sino hacer un alto en la vorágine y reflexionar sobre las condiciones en que gran parte de nuestro alumnado, o al menos, la más vulnerable, estará realizando las tareas. Si no se tiene esto último en cuenta y se valora, será fácil que el resentimiento y la frustración de haber perdido un curso por “causas no achacables a su voluntad sino a las circunstancias tan especiales que vivimos” hagan que las familias, la sociedad en su conjunto, termine culpando de ello a los docentes, cuyo prestigio social está ya más que puesto en tela de juicio.

Porque hay que atender al derecho universal a la educación desde la igualdad, la equidad y la justicia con los más vulnerables, porque hay que cuidar el bienestar emocional del alumnado y sus familias, entiendo que de igual modo que las administraciones tratan de paliar los efectos adversos contra la salud y la economía concertando medidas claras, reguladas y generales para toda la población, en el caso que nos ocupa, el de la educación, no es de recibo que la administración competente deje a criterio de los centros continuar avanzando o no en la programación, evaluar o no el trabajo realizado durante el tercer trimestre que se presume la mayor parte desarrollado en confinamiento. Nadie tiene una varita mágica para hacer frente a situaciones desconocidas, cada sector está haciendo lo que puede. ¿Aprobado general, media de los dos trimestres anteriores, prórroga del curso hasta octubre? Hay opciones y se puede valorar cuál es la menos mala.

El texto es un ruego para que esta pandemia no se lleve también la ilusión por aprender, el afecto a la escuela. Hay que seguir trabajando, sí, construyendo, claro que sí, pero lo podemos hacerlo afianzando los conocimientos y las competencias básicas, acompañando también emocionalmente a nuestro alumnado, apoyando a las familias, que no se sientan desvalidas ante la educación de sus hijos. Queda mucho por hacer, pero desde luego lo mejor no es avanzar en estas condiciones ni evaluar esos trompicones que pueden suponer tal avance.

Loli Olmos (Maestra de Pedagogía Terapéutica)

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