La ausencia de medidas de la Consejería para controlar la epidemia en las aulas nos pone ante una nueva encrucijada más que previsible desde hace meses: si hay que mantener ventiladas las aulas… ¿cómo nos protegemos del frío y las inclemencias climatológicas?
Seguramente tenían preparada la excusa de que en Andalucía no hace frío, o que la pandemia se iba a terminar en otoño, o que con la vacuna no iba a ser necesaria ninguna medida adicional. No esperábamos más, visto lo visto.
Lo que está claro es que desde sus maravillosos despachos perfectamente acondicionados y tras aprobar una Ley de Climatización de los centros educativos que ningunean, se van a sentar a observar y esperar a que las diferentes directivas, coordinadores COVID y equipos educativos les resuelvan la papeleta con la excusa de la autonomía de los centros. Pero la autonomía no es posible sin infraestructuras adecuadas, sin financiación y sin el personal docente necesario, como no es posible mantener la distancia interpersonal de seguridad con ratios excesivas y manifiestamente ilegales.
Por no tener, no tenemos ni las mascarillas FFP2 que debería proporcionarnos la Junta de Andalucía a los trabajadores para protegernos del contagio en unos centros masificados. Las evidencias científicas sobre la transmisión del virus a través de aerosoles tardíamente aceptadas por la OMS y el Ministerio de Sanidad parece que no han llegado a oídos de nuestros responsables políticos, que con suerte y si alguien va a buscarlas nos dotan de mascarillas quirúrgicas de las que ya sabemos que no nos protegen adecuadamente del coronavirus en espacios cerrados.
De nuevo, como a principio de curso, se pasa la patata caliente a los centros. En vez de tomar medidas eficaces que permitan una educación presencial más segura, simplemente no se va a hacer nada, porque ya nada se puede hacer a estas alturas después de un año de falta de previsión, inacción y dejación de funciones. A esta pésima gestión se le suma la realización masiva de test de antígenos de los últimos días. Muy útil desde un punto de vista propagandístico para lavar su imagen de cara a la galería, pero poco fiable y hasta contraproducente por dar una falsa sensación de seguridad y porque se han promovido desplazamientos y aglomeraciones innecesarios.
Con un poco de suerte, saldrán diciendo que nos pongamos mantas, guantes y nos abriguemos, pero nada de aumentar la financiación y la inversión para la adecuación y renovación de unas instalaciones más que obsoletas y abandonadas a su suerte desde hace años. Y de vacunar a las personas que trabajamos en los centros, ya ni hablamos. Esconder la cabeza bajo tierra y esperar que pase la tormenta.
Pero no nos engañemos, la situación es grave. Estamos en el comienzo de una tercera ola, nos encontramos con una mutación del virus mucho más contagiosa que se está propagando de forma incontrolada por todo el Campo de Gibraltar, unas condiciones climatológicas adversas, instalaciones deficientes, ratios excesivas, falta de personal, exceso de trabajo y agotamiento tras meses de sobreesfuerzo acumulado.
¿Cerramos los centros, paramos la dinámica de improvisación y elaboramos un plan serio que cubra realmente las necesidades entre toda la comunidad educativa o seguimos con las anteojeras y dando patadas hacia delante sin ningún sentido formativo ni criterio educativo?
Esa es la cuestión.