Estado de saturación: centros de salud, personal sanitario, coordinadores COVID no dan abasto

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Enfermeras para nueve mil personas (sumando a alumnado, docentes y PAS de 25 o más centros), casi el triple de lo previsto por la Consejería de Salud. Esta, señoras y señores, era «la gran apuesta» para controlar la pandemia en los centros educativos. Se trata de trabajos precarios, sobrecargados, con ratios imposibles de atender. Un puñado de sanitarios para un trabajo inabarcable. Una situación que está provocando renuncias y bajas, con las correspondientes consecuencias para los centros educativos.

En el CEIP Arias Montano de Sevilla, la baja de la enfermera de referencia (las bolsas del SAS están sin actualizar) supuso que no se conociera que había casos de COVID en un grupo de 4.º de Primaria hasta una semana más tarde, por lo que el alumnado estuvo asistiendo al colegio con normalidad, ajeno al riesgo que su presencia conllevaba.

Cambios continuos de criterios (al menos 3 en lo que va de curso) sobre el cierre de aulas. Plan Funcional del SAS que se contradice con la Orden de la Consejería de Salud. Reestructuración de zonas de atención. Esto se traduce en reducción del personal, que ve cómo aumentan las zonas que debe atender. Contratos por semanas o de un mes: hay escuelas que han tenido 4 personas de referencia en menos de dos meses. A los Centros de Personas Adultas, Escuelas Oficiales de Idiomas y Conservatorios se las quitaron hace unas semanas: como son adultas, que vayan a su Centro de Salud directamente. Allí el panorama ya sabemos cuál es: falta de personal de Atención Primaria y colas en las que es probable coger lo que no se tiene o transmitir lo que se tiene. Suma y sigue.

Sin noticias del personal sanitario de apoyo prometidos

Mientras 400 sanitarios de referencia en toda Andalucía se encargan de infinidad de tareas (detectar posibles casos partiendo de la información que les facilitan los coordinadores de los centros; adoptar medidas de confinamiento o aislamiento; tomar muestras para las pruebas de antígenos; rastreo en los centros afectados; asesoramiento para la mejora de los protocolos anti-COVID; derivar a pediatría y medicina familiar; atender las consultas y dudas procedentes de los centros), a los 1917 sanitarios de apoyo no los ha visto nadie.

Lo último

Ahora la directriz es que no se hacen test. Igual se han agotado o la Junta considera que ya «de perdidos, al río». Demasiado ha durado el teatro sin que se viniera abajo a pesar de que se veía al tramoyista, al apuntador y todo el atrezo. A estas alturas, cuando los contagios suben como la espuma, cuando aumentan las restricciones y los indicadores no hacen sino empeorar, la consigna es no hacer pruebas. Los centros se quiebran la cabeza con los protocolos, se impide que entre nadie en ellos para dar una charla, pero es secundario si quien se incorpora se ha hecho o no el test. Entonces, ¿tenía sentido lo que hemos hecho hasta ahora o formaba parte de la representación?

Entretanto, las personas coordinadoras COVID y directoras no tienen horario ni fines de semana (el virus no entiende de festivos). Han de dedicarse a rastrear, avisar a familias, compañeros, hacer comunicaciones… Funciones «muy lógicas» para el profesorado. Porque nos hemos convertido en docentes-orquesta. Hacemos de todo y más. Cuestión distinta es que tengamos la preparación para ello, y el tiempo que nos roba a nuestro verdadero trabajo y a nuestra vida.

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