Vuelta a las conmemoraciones, a las celebraciones, a las efemérides. Cuando algo hay que rememorar es que no está resuelto, no se ha normalizado, en el sentido de ajustarse a lo que parece razonable que ocurra. Habrá un tiempo en el que no sea preciso evocar cada 8 de marzo la situación desigual que algo más de la mitad de la población mundial padece. La mujer representa un referente esencial para nuestra especie, podría decirse que conforma la base sobre la que es posible mantenerla. Sin embargo los desarrollos de las distintas culturas han propiciado un trato no diferente, sino desigual, discriminatorio y ello aumentado por la evolución del modo de producción capitalista que ha propiciado que una parte importantísima de la reproducción de la fuerza de trabajo quede fuera de la responsabilidad de quienes con el se lucran. Un salario social destinado a restituir una parte de la importante plusvalía que se genera en ese sistema por la crianza y cuidados que se dispensa en el hogar. El principio de que para determinar el precio de venta, en cada bien o servicio, hay que contemplar los costos de producción y además el beneficio empresarial esperado o deseado, quiebra cuando no se contempla como costo la reproducción y cuidados que precisa la mano de obra humana necesaria para producir esos bienes o servicios.
La mujer trabaja siempre, desde una concepción global de los procesos productivos, ya que con o sin trabajo fuera del hogar, realizando sus labores de cuidado familiar y del hogar, está actuando directamente en el desarrollo de la producción. Basta llevar al absurdo algunas cuestiones para comprender el alcance de esta reflexión: Si se negaran a ser creadoras de vida, si no asumieran el imprescindible papel de gestantes, la reproducción de la mano de obra se colapsaría. Si no prepararan la alimentación, si no mantuviera el estado de limpieza e higiene de quien con ellas viven, la mortandad sería abrumadora e igualmente se bloquearían los procesos productivos. Una simple intoxicación alimentaria produciría tasas de absentismo laboral insostenible para un sistema económico que nada quiere entender de la extraordinaria aportación de quienes aumentan la población, que será objeto de explotación, y además los mantienen saludables. Por otro lado los cuidados de pequeños y mayores, permite la liberación de mano de obra adulta. Incluso sus trabajos adicionales como recolectoras, modistas, tejedoras, agricultoras y ganaderas, porteadoras de agua, completan económicamente la exigua parte de la plusvalía que revierte a la familia en forma de salario por el realizado trabajo por cuenta ajena.
Y siendo miles de millones, su situación laboral está indignamente tratada comparativamente. Dos datos sobre desempleo femenino en España. La destrucción de empleos desde 2011 hasta la fecha ha aumentado para las mujeres más del doble que en los hombres que se incrementó un 4%. El Instituto Nacional de Estadística (2014) refleja como el salario medio anual femenino representa el 76,1% del masculino.
Por eso en este, y otros, 8 de marzo se conmemora la desigualdad que padecen las Mujeres de todo el mundo. Y como la desigualdad se hace invisible a fuerza del discurso neoliberal de la igualdad formal, difícil, muy difícil será hacerla real, como debe ser y tiene sentido un 8 de marzo.
Fdo Rafael Fenoy Rico