El pasado 29 de marzo asistimos a la certificación normativa de que el valor queda determinado por la utilidad y no por el ser mismo de las cosas, en forma de RD 217/2022, documento legal fruto de los entresijos de un Consejo de Ministros donde, a la par que se defenestra de manera definitiva a la Filosofía de la Educación Secundaria Obligatoria por vía del (des)establecimiento de un mínimo curricular, se aprueba en alegre armonía, no la rebaja fiscal o intervención directa, sino la concesión de una “ayuda”, al alimón entre legislado y legislado, patrono, de 20 céntimos de euro en el precio del gasoil que mueve la redes de distribución de nuestro mercado globalizado… Quedará para la historia, o la Historia, nos da igual, que la última y flamante ley educativa en España, la LOMLOE, quedará fijada en su RD de secundaria el mismo día que el precio del combustible, esperado como agua de abril, que no de mayo, se anunció a bombo y platillo como “panacea” del alivio de los males sobrevenidos en el consumo de los hogares españoles… Hay medidas y medidas. Aunque vengan en el mismo paquete.
La calidad de una democracia —más allá de salvaguardar los derechos civiles (que han devenido mercantiles) y de proponer un espacio de bienestar compatible con la medida rasera de los acuerdos internacionales— se fundamenta en la calidad de sus acuerdos. Los acuerdos —el pacto originario que invocamos desde los primeros contractualistas modernos, auténticos adalides de lo que consideramos civilización, hasta los últimos modelos, más relajados e intersubjetivos de democracia— son la base de toda posibilidad de la vida en común. Y con esta norma, RD 217/2022, asistimos a la violación, simple, lisa y llanamente premeditada, de un pacto que se elevó unánime en la sede máxima del consenso de un pueblo, como lo es el Congreso de los Diputados, expresión misma del Pueblo.
En relación al aspecto que queremos destacar, la enseñanza de la Filosofía en la educación secundaria debiera ser de carácter obligatorio (también la Ética en 4.º ESO), sin dejar una etapa tan importante sin una formación filosófica específica, que establecen los dictámenes de la Unesco desde 1995, así como otros organismos internacionales que consideran fundamental la Filosofía para la formación integral del ser humano.
La Filosofía debe volver a las aulas de la secundaria española. Ya lo dijo la totalidad de la cámara, con Pedro Sánchez a la cabeza, cuando rubricó un acuerdo que, soñamos, era vinculante. La misma persona que se sentaba como Presidente del Gobierno en la cámara es la que se sentaba el martes pasado en el Consejo de Ministros. No hay que tomar todo un curso de Lógica y Argumentación para ver que aquí algo cae por su propio peso: la falacia. La hemeroteca ha desgranado un sinfín de ejemplos de donde dije digo, digo Diego e incumplo el pacto suscrito de recuperar esa Ética (o como quisiese llamarse tal materia obligatoria filosófica) en cuarto de la ESO.
Acuerdos incumplidos. Ciudadanos que denuncian. ¿Se dan cuenta? Pienso, luego estorbo rezaba el eslogan que un puñado de insurrectos del espíritu se estamparon en las camisetas que llevaron al Ministerio de Educación una fría mañana de diciembre —tres años, dos meses y un día, como las condenas inevitables— para decirle a la flamante señora ministra que cumpliese los acuerdos suscritos cuando aún los decretos eran solamente borradores. Pienso, luego estorbo. Por eso la nueva ley educativa no quiere personas que piensen, sino que emprendan. Hágannos un favor (y de paso a ustedes): consulten el documento del real decreto y sitúen la búsqueda de pensamiento, crítica, reflexión, filosofía. Cuenten los resultados. Ahora hagan lo propio con emprendimiento. Sorpréndanse. El propio texto legal asegura, una y otra vez, que el conocimiento estructurado en competencias, se ha de articular interdisciplinariamente: no se nos ocurre al profesorado mejor vehículo para ese propósito que el hacer filosófico, que —como decía Kant— es lo que se aprende, porque la filosofía no se enseña, solamente se enseña a filosofar… Y quizás ese sea el problema y la cuestión: que estamos ante un gobierno, un sistema y un pensar (instrumental) que no desean que se filosofe en las aulas, sino que, en “el mejor” de lo casos, se emprenda y en el peor, pero más cotidiano, se abotargue*.
* Atontar, embotar o entorpecer el entendimiento (DRAE).