Nuestra pandemia de cada año

1232

Aquí estamos, señor Imbroda, a comienzos ya de junio, esperando las enésimas instrucciones de la Consejería de Educación que llegan tarde. Unas instrucciones que supuestamente nos deben indicar cómo planificar el final de un curso escolar marcado por la pandemia del coronavirus. Y dándole vueltas todavía a si los docentes deben volver o no a las aulas, como si eso fuera a cambiar algo. Entenderá que es del todo innecesario. Así estamos todavía, como si no supiera ya la Administración que los centros educativos lo tienen todo más que organizado, sin necesidad de esperar instrucción alguna. Porque, a las fechas que estamos, es lo normal. Nosotros no funcionamos a base de ocurrencias e improvisaciones. Además, finalmente delegará en la “autonomía docente”, ejercicio mucho más fácil que la toma de decisiones, como lleva haciendo desde el pasado 16 de marzo.

Así que, en vez de seguir mareando la perdiz o intentar vendernos un Programa de Refuerzo Estival que sabe perfectamente que será un nuevo fracaso, podríamos empezar a preparar el próximo curso escolar. Un curso que se nos presenta lleno de incertidumbre, ante un posible rebrote que vuelva a condicionar el desarrollo normal de las clases. Son, por tanto, numerosas las preguntas que responder, tantas como problemas por resolver ante esa hipotética situación. ¿Se va a reducir la ratio? ¿Aumentarán las plantillas docentes? ¿Mejorarán los recursos y las instalaciones? ¿Cómo asegurarnos de la correcta atención del alumnado NEAE?, ¿Cómo evitar la sobrecarga de trabajo, debido en gran parte a la cada vez mayor burocracia? ¿Cómo mejorar la comunicación con las familias? ¿O cómo evitar que el alumnado de contextos desfavorecidos abandone la escuela?

Estos son solo algunos de los aspectos para planificar el nuevo curso escolar. Y esta vez, no nos puede coger por sorpresa. Ya no habría excusas. ¿Pero sabe los más triste, señor Imbroda? Que si cerramos los ojos e intentamos imaginar que esto nunca pasó, que solo ha sido un mal sueño y el curso termina como siempre, con nuestros niños y niñas llenando de alegría nuestras aulas… ¿Sabe qué? Los problemas pendientes de resolver para el siguiente año serían exactamente los mismos. Porque esta emergencia sanitaria apenas ha traído nuevas dificultades. Lo único que ha hecho es poner de manifiesto las deficiencias estructurales de nuestro sistema educativo. Esos problemas que lleva denunciando la comunidad educativa desde hace ya tanto tiempo y que se siguen perpetuando debido a la falta de voluntad política para atajarlos. Nuestra triste normalidad. Nuestra pandemia de cada año.

Artículo anteriorEl desastre de la escolarización
Artículo siguienteEl vil lingüismo (I)