¿A quién le interesa la educación?

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Para poder responder esta pregunta, es preciso definir, tener claro, compartir, a qué nos referimos cuando hablamos de educar. Sin duda, desde una perspectiva integradora, la educación es, debería ser, ese proceso personal permanente por el que atraviesa el ser humano, teniendo presente su evolución y maduración natural, para conseguir el máximo desarrollo y crecimiento personal, intelectual, cognitivo, social, ético, afectivo, conductual, cultural… desde que nace hasta que alcanza la edad adulta y finalmente deja de existir.

Desde el primer momento, queremos desmarcarnos de un concepto de educación reduccionista, reglada, normativa, que por educación entiende competición, selección, calificación, clasificación, segregación, mera transmisión de conocimientos; una educación como resultados que requiere de éxitos y de fracasos, de reválidas, exámenes, repeticiones, sobresalientes, suspensos, pasividad, itinerarios, títulos, dirigismo, autoritarismo, homogeneización, disciplina, castigos, deberes, ejercicio del poder a través del saber.

La educación como queremos interpretarla implica crianza desde el ámbito familiar, docente y social; implica aprendizajes e instrucción constructivista; adquisición de destrezas, habilidades, incorporación de conocimientos que nos hagan cambiar conceptualmente y dotarnos de nuevas teorías que nos permitan interpretar la realidad y el mundo superando las viejas teorías previas erróneas basadas en la superstición, las creencias, las intuiciones o las tradiciones acríticas; implica colaborar en la construcción de la personalidad, dar sentido a la existencia, adoptar posiciones de compromiso social, responsabilizarse ante los problemas del día a día de la sociedad, impregnarse de los valores que nos hagan felices con independencia de los valores dominantes.

Además de todo ello, educar implica formar en el desarrollo del pensamiento crítico y libre; formar en valores, actitudes y comportamientos que garanticen la expresión libre, la solidaridad, el apoyo mutuo, la autoorganización y autogestión, el respeto por los diferentes ritmos de trabajo; formar educando en la diversidad; formar para deconstruir aquellos viejos valores y normas culturales y del contexto que representen el mantenimiento de prejuicios y privilegios.

¿Quién nos educa en la tolerancia, la democracia participativa, la amistad, la libertad, en la justicia social? ¿Cómo y por qué una persona es antiautoritaria, o antitaurina, o antimilitarista, o futbolera, o adoradora del dinero, la riqueza y el prestigio? ¿Por qué una persona es sumisa y no discute el principio de autoridad? ¿Por qué alguien acepta la desigualdad y la injusticia social? ¿Por qué una persona es musulmana, cristiana, evangelista o atea? ¿Cómo se educa en valores? Sin duda, la adquisición de conocimientos es necesaria para instruir pero no es suficiente para educar de una manera integral. Con la educación atenderemos a la esencia del ser humano, le haremos crecer, madurar y desarrollarse en la medida que tengamos presente tanto su instrucción como su formación.

La preocupación por la educación integral de la persona corresponde, en primer lugar a la familia, a su entorno familiar y social. Sin ningún tipo de duda, una enorme cantidad del aprendizaje se aprende por tradición oral, por identificación con los valores del ámbito en que te has criado. Será en segundo lugar cuando la sociedad determine desarrollar un sistema educativo capaz de instruir de forma reglada a su infancia y juventud de forma universal y ello por dos motivos fundamentales, uno para que seamos una mano de obra cualificada con capacidad de hacer funcionar el engranaje del sistema productivo y dos para que seamos buenos ciudadanos y ciudadanas, integrados en el sistema y dispuestos a la reproducción de dicho sistema. No se educa para la transformación del sistema. El sistema educativo es un subsistema del sistema social que hace que éste funcione. Es decir, desde el sistema educativo, se ha potenciado el perfil de educar para reproducir de forma acrítica los valores del sistema en que estamos inmersos y de preparar a la población para desempeñar el papel que se le ha asignado socialmente, en función del reparto de papeles y de clases que esa sociedad tiene.

Estamos actualmente en la fase de un capitalismo globalizado, financiero, y en un contexto social extremadamente neoliberal, consumista, en el que las decisiones están terriblemente contaminadas por los parámetros economicos, un mundo en el que una élite disfruta de todos los privilegios y la mayoría solo está a su servicio y en función de sus intereses. Imaginad el drama que supone tener hijos/as y criarlos para que sea el empresariado (ahora llamado emprendedor) quien vaya a disponer de sus vidas sin ningún tipo de miramientos.

Este es el tipo de ciudadanía/trabajadora, sumisa y apática, que interesa instruir en el sistema educativo, un tipo de personas que hayan asumido fielmente los valores de este sistema y que podríamos resumir en el individualismo insolidario, en obedecer, en aspirar a trabajar por cuenta ajena, a ser asalariados/as, creer que la riqueza y el desarrollo lo generan las empresas y dejar el protagonismo de sus vidas en manos de quienes les explotan.

Actualmente, son muy reducidos los sectores sociales que estén implicados en la formación de la infancia y juventud al margen del sistema educativo y que, en estos momentos, está integrado por la educación pública y la privada/concertada, siendo los centros religiosos la mayoría dentro de este sistema concertado, quienes evidentemente hacen el trabajo de implantar su ideología, adoctrinamiento, creencias y valores.

Las familias no disponen de tiempo para educar y el que disponen no lo usan para esas tareas sino que lo dedican a intentar sobrevivir entre la indigencia, la precariedad, los desahucios y las exigencias y condicionantes de la estresante vida moderna. No hay vida cultural/formativa paralela a la oficial, no hay centros sociales suficientes, ni ateneos, ni vida en los movimientos sociales o sindicatos para asumir la tarea de educar en valores alternativos. Todo lo que rodea a los centros educativos es agresivo, lesivo a la libertad de pensamiento, a la libertad de expresión. El currículum oculto existe dentro y fuera de los centros como nos dicen los autores Henry Giroux, Iván Illich o John Holt

En el informe presentado en septiembre de 2015 por el gobierno “Estrategia de competencias de la OCDE: construyendo una estrategia de competencias eficaz para España” se define abiertamente la supeditación que la educación tiene ante la economía, la supeditación del sistema educativo al sistema productivo, viniendo a concluir que el desarrollo económico depende entre otros aspectos, de la mejora de la calidad del sistema educativo. En este sentido, el informe de la OCDE identifica 12 retos para el sistema de competencias español, destacando desarrollar las competencias en el centro docente e identificando tres retos para el sistema educativo: Mejorar las competencias del alumnado de educación secundaria; los nuevos itinerarios de ESO y Formación profesional básica y las evaluaciones finales de etapa (reválidas)

Todos los cambio educativos que se están llevando a cabo responden a esta lógica y la LOMCE es su mejor reflejo cuando plantea una educación selectiva, segregadora, basada en una carrera de obstáculos, reválidas e itinerarios para clasificar al alumnado en función de los intereses empresariales y de producción. La LOMCE no entiende lo que es la educación integral.

¿Cuál es la realidad actual de los centros educativos? Unos centros absolutamente perdidos ante la vorágine legislativa partidista de los políticos cuando acceden al poder, con numerosos planes de estudios y leyes educativas en marcha, implantándose y/o derogándose, con lo que supone de inestabilidad, improvisación y desprecio por el día a día de la comunidad educativa. Asistimos al segundo año de aplicación gradual de la LOMCE, la nueva ley de educación del actual gobierno y el ministro Wert a la cabeza, rechazada por amplísimos sectores de la comunidad educativa, que se implanta a marchas forzadas, en un periodo de recortes presupuestarios y que responde a unos planteamientos ideológicos sectarios y clasistas con unos contenidos profundamente reaccionarios y excluyentes. Con un programa de reválidas y de itinerarios que no buscan la formación integral del alumnado sino hacerlo responsable de su propio fracaso.

Qué alejados están estos planteamientos de lo que ha sido y es la práctica de la pedagogía libertaria como nos recuerda Manuel Rodríguez, “Txelu”, en su libro Dejadnos aprender.

La educación, la integral, aquella que nos hace crecer como seres humanos libres, críticos, autónomos y solidarios, no le interesa al poder, ni a la elite dirigente, ni a las organizaciones políticas y sociales que forman parte del sistema, porque si la educación nos hace libres, el poder siempre tema a la libertad del pueblo. La actual ley LOMCE demuestra que la educación no le interesa al poder y para muestra solo un botón. La LOMCE dictamina que la enseñanza de la religión sea una asignatura a evaluar que compite con otras áreas en plano de igualdad mientras que la Filosofía pierde peso de una manera sangrante. La reacción ha sido asombrosa, reconoce hasta la propia conferencia episcopal, ya que se ha incrementado más de un 150% el alumnado matriculado en religión. Como leemos en un artículo del periódico el País firmado por G. Altares y P.Alvarez, el lunes 5 de octubre, “Platón expulsado de las aulas” “La filosofía sustento del pensamiento crítico ha sido marginada de la educación.

¿A quién le interesa la educación? Nos corresponde al profesorado movilizado, con los apoyos y complicidades que encuentre en el camino, cambiar las cosas.

Jacinto Ceacero

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